En mis desplazamientos extensos sitúo primero un gimnasio y en seguida contrato un hotel próximo. Ahora estaba en Facatativá, un pueblo cercano a la capital, la verdad fue facil y siempre encuentro el adecuado. Paso por zonas como la carrera segunda, más específicamente entre las calles sexta y cuarta, son precisamente donde se encuentran varios puntos concurridos de Facatativá, lugares como: El parque principal, la Casa de Cultura y la Universidad Agraria de Colombia, se ven rodeados de residencias para “pasar el rato” donde las prostitutas ejercen su labor, me paro a tomar una soda y se me acerca una chica y empieza a hablarme como buscando conversa y un cliente, “El covid-19 trajo problemas económicos, yo necesito comer y llevar el sustento a mi casa, tengo que buscar clientes y como nos quitaron de la primera mientras asignaban un nuevo lugar para nosotras, la solución que encontramos fue migrar a otra parte frecuentada como la carrera segunda, por eso entre todas decidimos pasarnos aquí. No estamos en la fachada de la casa de la cultura o delante de la universidad, como dicen, si, estamos a un lado, a más de una cuadra, no le estamos quitando nada a nadie, nosotras también somos ciudadanas y tenemos derecho a trabajar”, me dice “me va dar la liga hoy papi” la escucho con atención, le digo que no, que hoy no gracias. Me termino la soda y sigo en mi camino. No estoy interesado en ellas.
El gimnasio de aquí es amplio y tiene todo lo necesario, le falta spa y piscina, pero el resto nada tiene que envidiar al que antes frecuentaba.
Hago a mis rutinas y me familiarizo con el entorno. Me siento cómodo, pero soy poco comunicativo. Tengo todo muy contralado visualmente.
Enseguida descubro a dos chicas guapas, las pongo en mi punto de mira y esto hace que ellas me pongan en el suyo, me observan como a un extraño, pero mi comportamiento es educado, pero en ningún momento abierto o persuasivo.
Me llama la atención una joven bajita y de aspecto físico muy agraciado, no le sobran kilos y los tiene bien repartidos, su perseverancia y dedicación es realmente encomiable. Hace su rutina, se ve que trabaja duro y realiza una actividad amplia y bien determinada.
Concuerdo con ella al terminar mis ejercicios en el salon de estiramiento y allí siempre llega dotada de pesas y mancuernas para ejecutar ejercicios muy concretos.
El primer día ella terminó antes y se despidió cortés (es una sala grande, somos pocos y ambos elegimos la misma zona. Como me cae bien, soy cortés, le sonrío, apruebo su capacidad de arresto y me corresponde, además como sabe de mi retraimiento en el gym me gratifica mi atención.
Ambos somos muy perseverantes, ejecutamos nuestros entrenamientos de forma ritual y sin licencias. Cuando ella termina primero, se sienta en un cajón y espera a que yo finalice para conversar. Comenzó hablándome de sus cosas, de su pequeño negocio y ahora su interés es saber de mí. Me doy cuenta que le gusto, tengo la sonrisa provocativa y la uso con ella, es algo que hago exclusivamente cuando huelo un trofeo, pero en este caso es accidental o espontaneo (así lo creo yo).
Sus aguardos me condicionan, no solo si me demoro me espera, sino que busaca alargar la tertulia todo lo que le permito.
Ya se carcajea de mis bromas y me muestra un interés muy personal, es suave, cordial y además perspicaz, tiene chistes de mucha presteza y la conversación es agradable e interesante.
Visitamos todos los días el gym y en los primeros quince días ya teníamos alguna confianza e inclusive en la sala ya nos sonreíamos. Me espero mientras terminaba mi tuina, salimos a la calle y me dice que quiere mostrarme su negocio que está muy cerca. El negocio está en un primer piso sobre una zona comercial. Como ya me había contado, hace figuras especiales, algo así como origami, que vende por Internet. Su taller es bonito y con una decoración minimalista. Debe tener a alguien que le colabora, porque hay dos zonas de trabajo bien definidas. Acá en su espacio se siente a sus anchas, me enseña sus últimas figuras en la pantalla de un computador y son geniales. Le gusta cómo me fijo en los detalles y la siento con deseos de algo más, está inquieta y me doy cuenta que no es casualidad el traerme a un sitio que ella controla. Su plática comienza a tener vuelcos mucho más seguidos y directos en lo personal, se interesa por mis apetencias sexuales. Le sonrío generosamente y la desenchufo, se da cuenta que tengo experiencia y algunos kilómetros recorridos. Le digo que voy a bañarme y me despedido cariñosamente.
Al día siguiente la ubico y noto que su mirada me busca con curiosidad y una escueta mueca mía le hace descubrir su mejor sonrisa.
Descubro profusa curiosidad en el ambiente, es algo que invariablemente sucede, pero ahora tiene un sitio de incertidumbre que deduzco bien, nos preguntamos que nos hace compatibles. El encuentro al final de la rutina diaria tiene otro acierto, somos más atentos el uno al otro de lo que suele ser habitualmente. Soy consciente de que los dos hemos ido madurando nuestro propio matiz, nos miramos de otra manera y estoy pendiente de su expresión no verbal, su indumentaria, guiños, y en suma la siento dispuesta.
Termino mi rutina y la invito a conocer mi apartamento, ella no lo esperaba y le cuesta cambiar el gesto de asombro al de aprobación. No demoramos mucho, dentro del apartamento soy muy directo, – supongo que estás de acuerdo que no solo venimos a dialogar y tomar café, le suelto tan rápido pasamos el umbral. Ella permanece en espera muy cerca de mí y me hace una monería de chica mala, con gracia. Se yergue ofreciéndose y nos besamos, lo hace de forma ardorosa y gozando con el juego, está muy dispuesta, nos vamos derechamente a la cama sin ponernos estrictos con el baño.
En seguida nos desnudamos y quedamos en pelotas, sus tetas no eran muy grande pero paradas y una cintura excitante. Empezamos a jugar, cuando ya estamos calienticos, la posiciono con cierto problema y busco penetrarla, le froto en la entrada de su vagina y enseguida siento sus derrames y flujos, la llevo a la desazón y luego se la embuto de golpe y principia a descubrir que esto va en serio. Inicio un vaivén vivo, siento su estrechez y saboreo su presión aguosa y placentera. Esta entregada y se deja, le doy de forma enérgica y de inmediato gime de goce, la sumiso bien y sigo proporcionándole placer y siento su rocío caliente descender por las piernas. Grita con cada convulsión y sé que, a partir de este instante, es mía como jamás lo fue de otro. Se la dejo toda adentro en calma y sigo concibiendo sus enérgicas contorsiones. La beso y me lo corresponde con cacofonías guturales. Unos minutos después le solicito irnos a duchar y le cuesta, está remolona, como en estado de embelesamiento. La jabono con delicadeza y se deja hacer como una niña chiquilla, le ordeno que se acueste y la penetro, entro y salgo de ella con delicadeza, pero llevándola cada vez incluso hasta el fondo, no desiste de gemir, está como en un trance.
Apresuro y gruñe como una loba. La acabo de bañar y la encubro en una bata mía en la que parece un fantasmita. Retornamos a la cama y se abriga en un costado de la cama
Se la introduzco en la boca, me relame agradecida, la posiciono de nuevo y busco su esfínter, lo traspaso y la llevo a un mundo del que no tenía verdadera conciencia.
Después de esto no la volví a ver en gym, pase por el negocio, una mujer ya mayor me comento que había ido de viaje.
Un día miércoles, en pleno centro de Facatativa, fui a buscar una información y unos documentos que requería. Llegue a esa oficina y me atendió una guapa secretaria de nombre Mercedes. Escasamente la vi, y mis vistas se extraviaron hacia sus formidables senos, reconozco que advertí una erección afanosa y rápida. Le averigüé sobre la indagación que requería y me indicó pronto a mi solicitud, pero esas documentaciones que yo precisaba pretendían de más tiempo para conseguirlos, así que permanecí esperando en la oficina.
Mientras Mercedes seguía abstraída en el computador yo estaba encendidísimo imaginando las miles de posiciones en que me la follaría. Mi calentura era notable, cogí una revista de la mesa de centro para cubrir mi erección. En un instante le pregunté a ella si tenía algún baño junto para ir. Me manifestó que al fondo de aquel pasadizo había un baño y ella me permitió a ocuparlo.
Ya en el baño me humedecí el rostro, ya que estaba acaloradísimo, y me tranquilicé un poco. Volví a la oficina. Me senté nuevamente en aquella silla algo reclinable y no perdía de vista esas morrocotudas tetas de la secretaria Mercedes.
En un santiamén vi que ella principió a mirarme y a ponerse alterada. Me hizo una seña con la mano para que me aproximara a su escritorio. Me levanté de la poltrona y marché hacia ella con una expresión tímida. Me brindó un café, acepté y entablamos una charla sobre el trabajo, la ciudad de Facatativá y nuestras complacencias. Me pareció una mujer muy perspicaz, simpática y chusca. Sentí que había un vínculo entre nosotros y que quería conocerla más.
Después de unas cuantas salidas, cuando nos despedíamos adentro del carro, le digo “me tienes totalmente caliente” y le beso el escote y luego le mamo esas ricas tetas. Me bajo la cremallera del pantalón y le pide que me haga una mamada. Ella no se resistió y me la mamaba salvajemente. Me hizo seguir a su vivienda. Nos sentamos en la litera, se puso de pie y se alzó el vestido ajustado, prontamente le quité los calzones, unas tanguitas deliciosas, le mimé sus labios vaginales y luego su clítoris y empecé mansamente a penetrarla y luego salvajemente. Mercedes chillaba y gemía de placer. Cada vez que la arremetía ella me arañaba la espalda y yo más fuerte la disfrutaba. En menos de 10 minutos ella principió a correrse copiosamente y a dejar toda la sabana mojada con sus líquidos. Estuvimos disfrutando sexo salvaje por un buen tiempo, hasta que noté que ya casi evacuaba. Se lo dije y me dijo: vente adentro. Minutos posteriores ella empezó a tener penetrantes orgasmos y yo empecé a venirme lechosamente adentro de ella.
Fue una experiencia apasionante, bárbara y que se volvería a repetir ya que mis documentos al fin los conseguí, pero siempre tenía alguna disculpa para visitar a Mercedes.
Eso fue en mis tiempos de soltero, luego conocí a mi mujer, mi esposa, ya tenemos 5 años de casados, ella una mujer de 30 años, tez blanca, 1.60 de estatura, cabello castaño, ojos claros y boca chica y labios gruesos, es muy guapa y acuerpada como se dice en España, una ¡gordibuena!