Masajistas eroticas soacha en español

La puerta se abrió. Las tres niñas casi desnudas corrieron desde la parte de atrás del edificio al amanecer hasta llegar a la casa, que estaba preparada como escondedero. Ellas están agitadas. Marco A. era un sujeto brutal, envenenado con alcohol y amenazando con golpearlas si hacían el más mínimo sonido. tiemblan. Él los mira. Él ríe. Sus cuerpos son frágiles. Estaban pálidas como si no hubieran estado al sol durante meses. Hace cinco minutos, las tres jóvenes fueron obligadas a complacer a dos sujetos que visitan sitios de explotación sexual infantil en el barrio el charco, en el suroeste de la ciudad. Las autoridades no encontraron ningún rastro durante una búsqueda en las instalaciones. Incluso ni ropa apareció. Vuelve a sonar la música y las parejas salen a la pista de baile. Se parece a cualquier otro negocio de prostitución, pero en realidad es una de las más de 300 instalaciones de sexo infantil que esconden el crimen tras bambalinas de un bar, discoteca, bar de whisky, pub o club nocturno.

Laura, una joven de 20 años que tuvo que abandonar la secundaria en Caracas ahora es trabajadora sexual en un bar de Soacha. No encontró otra alternativa y hoy envía 150.000 pesos semanales a su familia, que aún vive en un país vecino exactamente a Venezuela. Por el tipo de cambio, el dinero en su país era millonario, pero su padre solo podía comprar el mercado regular para su madre y sus tres sobrinos.

Trabajó como mesera en una panadería en Caracas antes de la secundaria. No terminó sus estudios. Dijo que se volvió muy difícil. Con esa situación económica es muy difícil. No hay nada para comer, todo es caro. Así que dejé de estudiar y me puse a trabajar, pero no pudimos ni terminar el mes, dijo un poco nerviosa.

Un pariente unos años mayor que ella partió antes que ella, llegando por casualidad al pueblo de Soacha, que limita al sur con Bogotá. El cáncer de matriz le impide hoy continuar con la prostitución, pero le contó a Laura lo que hizo hace unos meses.

Ella vino primero, se instaló y yo me fui de Caracas hace cinco meses. Empecé a vivir con ella y empecé a trabajar en una panadería en Soacha. Pero solo me contrataron un mes porque no tenía permiso de trabajo. Por eso me sacaron, y no podía quedarme sin dinero, Laura se mostró un poco tímida ante el paso que tuvo que dar luego.

Laura empezó a trabajar como trabajadora sexual en un bar, a pesar de que nunca había hecho algo así antes. La primera vez que tuvo relaciones sexuales con un cliente, cerró los ojos y pensó en su familia. Laura siempre había querido estudiar Contabilidad en la universidad, pero la falta de comida en su hogar la obligó a buscar trabajo en un bar. A pesar de los desafíos que ha enfrentado, Laura se mantiene fuerte y no se deja derrotar.

 

Laura tiene una mirada firme. A pesar de que un familiar suyo padece un cáncer sin tratamiento en Soacha, porque no tiene seguro médico, y de que su hermano mayor falleció dejándole dos sobrinos más a su cargo, no se ha dejado vencer. Afirma que los colombianos no le han hecho daño, en medio de la gran migración de venezolanos.

 

“Una vez si tuve un inconveniente con una persona en Transmilenio. Dijo que esos venecos solo venían a quitar, que eran una plaga. Y yo le dije que respetara, que ella no conocía la situación por la que hemos pasado ni todo lo que nos toca hacer. Yo sé de enfermeras, médicas, profesionales que en mi país ejercían sus carreras y aquí han tenido que vender sus cuerpos para poder mantener a sus hijos”, relató la joven.

 

Y esta realidad, asegura, ha llevado a muchas a caer en las drogas. “Yo no consumo nada, solo fumo cigarro. Algunas ya se fueron a pasar fiestas en Venezuela y yo dudo de que vuelvan porque es muy duro tener que dejar de nuevo a la familia”, dijo.

 

Laura se dedica hoy a hacer espectáculos en los bares del municipio. “Les gusta como bailo”, dice orgullosa, y asegura que los bares sí se han ido llenando de venezolanas, y cada vez menos colombianas trabajan allí, aunque asegura que esto no ha sido motivo de conflictos, por lo menos en la zona en la que ella ejerce la prostitución.

 

Ella ha notado que cada vez hay más mujeres venezolanas trabajando en los bares de Soacha, y que están desbancando a las colombianas.

En la ciudad, la compra y venta de menores de edad para la explotación sexual es un delito común en varias zonas, incluyendo la calle 68, carrera 15, Caracas y 13. Los barrios miranda, Javier Fidel Salas, Veneciano, San Marcos, por toda la extensión de la Avenida Primero de Mayo, en Kennedi, Patio Bonito, Class Roma, Casablanca, Bosa y Soacha, son los que tienen mayor demanda de clientes. En Colombia, un millón y medio de hombres buscan sexo pagado cada día en calles, prostíbulos y putiaderos. Los traficantes y proxenetas han aprovechado la ambigua legislación y la corrupción para desarrollar su actividad de manera espectacular. La prostitución es un negocio que mueve anualmente más de 18 mil millones de pesos, la mayoría en economía oscura, lo que ha provocado violentos enfrentamientos mafiosos. En muchos casos, el negocio de la prostitución es más rentable que el de las drogas y es menos arriesgado. Además, en muchos lugares donde se ejerce la prostitución también se trafica con drogas. Este es un negocio turbio en constante expansión. En el mundo de la prostitución, es más rentable y menos arriesgado que el negocio de las drogas. Además, en muchos lugares donde se ejerce la prostitución, también se trafica con drogas. Este es un negocio turbio en constante expansión, dirigido por explotadores y delincuentes que imponen su ley por la fuerza. También hay muchos clientes que disfrutan del sadismo y el asesinato. En Soacha, se puede ver la historia de la prostitución desde las casas de tolerancia hasta los cabarés, prostíbulos y salas con reservados, así como las zonas más costosas con Masajistas eroticas de alta cotización, incluidas las famosas. También hay muchos asesinatos sin resolver y víctimas anónimas que han fallecido a manos de traficantes, proxenetas y depravados. Los clientes también son extorsionados, robados e incluso mueren por la temible burundanga que algunas prostitutas utilizan. En Soacha, se puede descubrir lo más oscuro y profundo de la explotación, el vicio y la maldad.

Este capítulo doloroso y degradante ya es conocido a nivel internacional, y se ofrecen paquetes turísticos que incluyen servicios sexuales con menores de ambos sexos. El comercio sexual de adolescentes se ha convertido en un negocio lucrativo, especialmente en la Costa Atlántica y las principales ciudades del país como Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena, Bucaramanga y Cúcuta, así como en algunas ciudades intermedias. También hay algunos municipios donde se filman videos pornográficos utilizando menores de edad de ambos sexos como señuelos para ser vendidos en el exterior, como Soacha.

Los medios de comunicación han informado con precisión a la opinión pública sobre los casos en que los menores son víctimas de sus propios familiares, como padres, hermanos, tíos y otros depravados vinculados a la familia, incluyendo a sus abuelos. Estos casos son indignantes y frustrantes porque no existen normas claras para castigar a los violadores con penas ejemplares. Es triste saber que estas experiencias igualmente se practican en sitios que se suponen son recintos sagrados, como en la iglesia católica y otras religiones, en los seminarios y centros de orden espiritual, tanto masculinos como femeninos.

Los niños de ambos sexos son reclutados a una edad muy temprana por mercaderes que los ultrajan física, moral y psicológicamente, y muchos de ellos han muerto víctimas de estos suplicios o asesinados por sus verdugos. Este tipo de abuso se produce a cualquier edad, incluso con bebés recién nacidos que son abandonados en lugares públicos o asesinados por sus madres desnaturalizadas o ignorantes. Cuando estos padres deciden mantener a sus hijos, suelen someterlos a todo tipo de vejámenes y siempre buscan deshacerse de ellos, propinándoles castigos físicos para sacarlos de sus hogares. Como resultado, se están registrando continuos casos de maltrato infantil. Hay niños tan maltratados y humillados que ya no son considerados personas, sino especímenes de la sociedad que deben ser rescatados urgentemente para integrarse a una familia que les brinde amor y cariño como seres humanos.

En todo el país, tanto en áreas urbanas como rurales, en escuelas y en grupos de jóvenes que buscan sobrevivir, se encuentran miles, quizás millones, de niños reclutados por grupos guerrilleros, paramilitares y delincuencia civil organizada. Estos adolescentes son presa fácil para estos grupos, quienes los reclutan con la promesa de volverlos importantes bajo el poder y dominio de las armas, el comercio de drogas y el sicariato. Esto es resultado de la desprotección de sus padres, el gobierno y la sociedad en general.

 

Es alarmante y vergonzoso el informe presentado por UNICEF la semana pasada, que registra que en Colombia mueren 5.000 niños al año por desnutrición. La pregunta es qué hace Bienestar Familiar con los millones de dólares que aportan los gobiernos, organizaciones filantrópicas y empresarios con la llamada cuota parafiscal del ICBF.

Este problema es tan grave y preocupante que compromete el futuro y prestigio de nuestro país. Debemos rescatar a nuestra niñez de las manos de los mercaderes de la corrupción y el vicio. Sin embargo, no nos engañemos pensando que solo los niños de estratos uno y dos son afectados. La degradación infantil se extiende a todos los estratos sociales, sin excepción. Lo más doloroso es que este problema es alimentado por gobernantes, políticos, padres de familia y la sociedad en general. Todos debemos tomar medidas para proteger a nuestros niños.

Hoy en día, la lucha contra la trata de personas se enfoca en la lucha contra la explotación sexual y, en última instancia, contra el trabajo sexual. Mucha política implementada para combatir la trata penalizan el ejercicio voluntario del trabajo sexual, lo que lo hace aún más precario. Esta precariedad hace que las mujeres que ejercen el trabajo sexual sean aún más vulnerables, empujándolas a trabajar en la clandestinidad y sin tener protección adecuada.

Entonces nos damos cuenta que una ciudad como Soacha, uno de los municipios más grandes de Colombia, es tratado como el patio trasero de Bogotá, en Soacha se reflejan todos los problemas de nuestra sociedad; como no es capital de nada, no es importante para nadie excepto para los políticos corruptos que se alimentan de su pobreza crónica, es la principal entrada y salida de la Capital del país, pero esa cercanía es su propia maldición.

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