Masajistas eroticas Armenia en español

Alrededor del CAM, el centro administrativo de la ciudad de Armenia, unos 5 policías conversaban entre sí, aparentemente coordinando actividades de vigilancia en el área. Los habitantes de la calle deambulan de un lugar a otro vagando sin rumbo en soledad, esculcando en las bolsas de basura recién sacadas por los comerciantes. Al mismo tiempo, en la plataforma a la izquierda de la Iglesia San Francisco, una chica trans de 1,80 metros de altura y rasgos femeninos estaba de pie en la puerta de una casa, esperando que los clientes llegaran, mostrando su cuerpo grueso, alto y atlético. Da unos pasos por un momento. Un hombre la miró de un lado a otro con movimientos sugerentes. Todo indicaba que hoy iba a estar como la canción pedro navajas de Rubén Blades “no hay clientes para trabajar”, ​​pero parece que este cliente le va dar la liga como dicen en su argot. En la acera de enfrente, en un rincón desierto, se sienta una mujer joven, Melissa, mostrando sus piernas y otras partes del cuerpo, probablemente porque lo que no se muestra no vende. Tiene 21 años y es de Cali, es trabajadora sexual en Armenia, lleva 2 años, optó por no depender de nadie en esta ciudad, a pesar de vender su cuerpo. Les pregunto cómo fue su vida durante la pandemia del covid y me cuenta que, aunque ella y sus compañeras tenían miedo de contraer el virus, más miedo tenían de no tener dinero para pagar los gastos diarios de la residencia en el que se alojaban y para alimentarse. Los ingresos monetarios de Melissa y sus colegas siempre fueron proporcionales a la cantidad de hombres a los que servían. En un día típico, de lunes a viernes, podían tener a dos o tres clientes y le podían dejar entre $ 200.000 o $300.000, esta cantidad no es nada despreciable, pero los días sábados era su mejor día y podía hacer el doble de dinero perfectamente Durante la pandemia En el mejor de los casos, aseguró, cubría a duras penas el pago de la residencia y dos golpes al día. El coronavirus hizo mella en sus lucrativos ingresos, aunque ahora el trabajo ya está normal el sufrimiento fue mucho, porque las querían encerrar y no las dejaban trabajar, el alcalde se reportó con dos mercados y luego nada más. Un hombre en una motocicleta se detuvo junto a Melissa con un ligero movimiento de cabeza y le hizo señas para discutir la oferta habitual. Ella ni corta ni perezosa, atendió al cliente, después de unos segundos se acercó y me dijo que tenía trabajo, si quiere seguir charlando me espera un rato porque tengo que atender este cliente. A los 45 minutos estaba de regreso, recién bañada y maquillada, pero ahora la patrulla móvil de la policía estaba estacionada cerca de algunas trabajadoras sexuales en el área y fueron intimidadas por 2 hombres uniformados que las miraron sin decir una palabra. Esto lleva a Melissa a decir que cada vez que van allí, las autoridades les piden que se vayan e incluso les amenazan con multas que, de entrar en vigor, no tienen forma de pagarles en estos días de vacas flacas a menos que acepten divertirse. Con ellos es a raticos, si te sacan multa tienes que hacer una” Permuta a plazos hasta saldar la deuda”. Todas las chicas se drogan y más en la pandemia, con eso se relajaban y mataban el tiempo y el hambre. La chica del lado encendió un porro de basuco, inmediatamente después de hablar con la policía, estaban negociando las deudas que tenían pendientes, todas las chicas ya saben a qué va la patrulla. Un cuarto de hora después, Zulay Castro estaba de pie en otro rincón con un ajustado vestido amarillo picante, dejando al descubierto las piernas y parte del abdomen, tal como lo había hecho en los últimos 7 años y comenzó en el negocio cuando quedó en la ruina al dejarla su pareja. Fue una amiga quien al ver lo preocupada y deprimida que estaba por no tener dinero, le sugirió que participara en la prostitución. Ganó $600,000 en la primera noche. Contó los billetes una y otra vez. No se las creía. Desde entonces, aunque admite sentirse sucia, no ha hecho más que vender su cuerpo por el pan de cada día. Son las 6 de la tarde y garantiza que tiene el mismo dinero que Melissa cuando podría haberlo duplicado o más. Zulay explicó que, aunque en las residencias donde puede relacionarse con los clientes lo deben hacer de forma clandestina para que la policía no perjudique su negocio. Durante la pandemia ella decía que no tenía miedo de estar “en las garras de la epidemia”, rezando para que Dios la protegiera antes de comenzar a trabajar. Además, admite que a veces “los clientes son más peligrosos que los virus. Ayer estuve con una persona que me asustó, no era bueno en apariencia y espíritu. ” Afirma que su cuerpo ha sido disfrutado por policías, militares, médicos e ingenieros. Pero, según ella, los que mejor le pagan son los que trabajan en el sector salud, e incluso dieron consejos sobre cómo prevenir el coronavirus: “El doctor me dijo que no usara guantes y que me lavara las manos. ” La verdad es que incluso los profesionales más consumados no pueden evitar tener aventuras con ellas. Además, con base en relatos pasados, se puede verificar que ninguna pandemia o institución ha aislado al comercio y la sociedad del trabajo más antiguo del mundo. Leda, Doral, Kamelot, Angelitos, Alférez Real y otros hoteles continúan albergando a trabajadores, transeúntes, prostitutas, travestis, drogadictos y demás figuras de la fauna urbana del centro decadente de la ciudad de Armenia que de una manera atípica combina la arquitectura moderna. y posmoderna, con toques salvajes y acelerados. Frente a la plaza del mercado Gabriel Mejía (hoy Centro Comercial Armenia) se encuentran los restos del antiguo restaurante El Caracol, que estuvo en lo que hoy es la Alcaldía. El popular centro comercial, que todavía hace eco de la música bailable de la famosa discoteca La Escalera del Ritmo, bullía el fin de semana con trabajadores borrachos y las llamadas “mujeres de vida alegre”. Esta escena termina frente al Hotel La Castellana donde está el “Callejón de los Malvados” alli se juntan prostitutas, en terrazas, travestis, hampones de medio pelo, borrachos , con comunicación directa día y noche con las carreras 19 y 20, bajo la fachada del hotel El Edén, los cambistas, los vendedores del “mercado de las pulgas”, hasta las llamadas “playas” donde el Jeep Willys manda como medio de transporte hacia algunos pueblos vecinos de la capital, y como hacedor de la memoria de las hazañas en trochas y vías que acompañaron a los arrieros antioqueños, las recuas de mulas y la colonia fundadora. La Plaza de Bolívar de Armenia se convierte en un lugar de prostitución, consumo de drogas y robo por la noche. La plaza era un icono turístico de la ciudad pero ya no es popular entre los turistas que prefieren evitarla para no ser víctimas de robos. Las personas que aún permanecen en el lugar, que no quisieron ser identificados por razones de seguridad, dijeron que han sucedido muchos cambios para mal, pero no lo denuncian porque creen que las autoridades pueden tomar retaliaciones contra ellos. “Tenemos que hacernos los locos con los chirrincheros que se lo pasan sentados en las bancas todo el día y también en las escaleras fumando marihuana y oliendo pegamento porque si los miramos nos insultan y nos tratan como sapos y esas cosas”, nos contaron. De igual forma, aseguran que en la plaza hay prostitución. “Ves niñas menores de edad, mujeres prostitutas, maricones, trans, todo lo que se te ocurra”. La gente se da cuenta cuando se miran y hacen gestos. Otros denunciaron la falta de presencia policial por la noche, ya que los uniformados no existen y solo “mantienen los ojos en las cámaras de seguridad”, por lo que pocos turistas han visitado la plaza en casi tres años. “Se puede ver gente inescrupulosa, caminando y buscando robar a los turistas que se atreven a pasear por acá. Los ladrones los detienen, les hacen un ruedo y los roban”, dijeron. Además de las denuncias, también hay un basurero permanente como lo demuestran los platos, vasos, servilletas y otros elementos que tiran personas sin educación después de comer en los puestos improvisados ​​que montan frente al edificio de la Dian en la calle 21 con carrera 14. En Armenia se ha puesto de moda la prostitución de carretera, cuando el afán se convierte en sexo, la ayuda está disponible en cualquier vuelta en las carreteras del país. Las Masajistas eroticas en la carretera saben subirse de un salto a los camiones mientras los camioneros no se detienen y solo tienen que pasar despacio. Ni siquiera tienen que quitar las manos del volante, los servicios sexuales en promedio cuestan 20.000 pesos. Para corroborar esto, me topo con Patricia, 16 años y le pregunto cómo es el negocio en la carretera y se suelta a decirme, yo me reunía en Caracolí, es un lugar donde mujeres de todas las edades, travestis y adolescentes se reúnen para conseguir un polvo por la noche. “Empecé a ir a Caracolí (un pueblo cercano sobre la carretera de la Línea) para ayudar a mi madre. Una amiga me llevó allí y ella ganaba un buen dinero de los camioneros. No tienes que besarlos, ¡son muy feos! —no hay que estar con ellos, lo único que quieren es una mamada y ya, todo lo hacen dentro de la cabina del camión y te pagan hasta 20.000 pesos. En poco tiempo puedes ganar más de doscientos. Empecé a ir un par de noches seguidas, pero mi mamá se las olio y ya no quería dejarme ir, y me seguía y me agarraba, me encerraba, yo insistía y me le volaba, entonces acepto la situación y ahora prefiere tomar el numero de la placa del camión por si acaso”. Más de la mitad de estas niñas que se ven obligadas a ejercer la prostitución, abandonan la escuela porque solían comer en la escuela, tenían transporte gratis y recibir ayuda. Los culpables inmediatos son: la clase dirigente y política que abusa de los recursos y el dinero. Miles de millones de pesos son robados descaradamente del programa escolar del PAE, despojando a las niñas de su educación e infancia, obligándolas a deambular por la noche como zombis y vender sus cuerpos. O hago esto o no tenemos para comer, esta alternativa significa la prostitución para muchas chicas. “Cada vez somos más así, mujeres que estamos en la calle porque no tenemos de otra, no tenemos nada. Muchas son jóvenes en edad de estudiar y cada día somos más, sentenció”. En Armenia no existe un censo de cuantas mujeres, gais, trans ejercen la prostitución, además es muy difícil hacerlo porque la prostitución se ha vuelto un negocio subrepticio donde cualquiera lo hace en el lugar que se le antoje.

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