Hoy quiero contarle dos experiencias sobre como es la vida de una prostituta de un club nocturno en Bucaramanga frente a una chica de masajes eróticos, vamos primero con la chica del club. Me voy de putero una noche y me entrevistó con una de las muchachas que me parece muy atractiva, como me gustan, piernas largas, cabello rubio, aunque teñido y un rostro bonito, pido media de aguardiente y entre chiste y charla le voy sacando cositas y este es su relato. Ella es Verónica, y le pregunto cómo se siente en este lugar, me va contando que el lugar tiene cuatro plantas. El primero es un lugar donde funciona la discoteca. En el segundo piso hay unas suites donde atendemos a nuestros clientes, y en los pisos restantes hay 17 habitaciones donde viven casi 60 chicas que trabajan aquí. Cada habitación puede alojar hasta cinco mujeres. Las tres chicas con las que comparto mi habitación también compartimos el baño. Si bien se puede pensar que un baño para cuatro mujeres sería el lugar perfecto para que nos agarremos de las mechas, debo decir que nunca hemos tenido problemas con eso. El baño está lleno de cosméticos y calzones colgados lavados después de la ducha. También hay una peluquería en el edificio que no es gratuita pero no es muy cara y una lavandería que cuesta 2.000 pesos por prenda (aunque también depende del tipo de pieza). Para el almuerzo vamos a un lugar al frente y nos dan un cupón para un almuerzo, la comida es buena (siempre hecha en casa, pollo o carne, papas y ensalada) por solo 10.000 pesos. Todo el establecimiento está custodiado en todo momento por 12 guardias de seguridad que rotan diariamente. La forma en que se vive acá es muy similar a la del resto del mundo, que cambia solo con las temporadas. Me levanto a eso de las once de la mañana, me ducho, me lavo los dientes y me visto. Sobre las tres de la tarde vamos a almorzar. Los clientes llegan pasadas las cinco, así que tenemos tiempo para charlar, chismosear y holgazanear. Tenemos televisores en todas las habitaciones, así que vemos muchas telenovelas. Alrededor de las cuatro comienza la historia de la preparación para la faena del día, la idea es colocarse unos buenos tacones y el maquillaje. Nos ayudamos unas a otras para que todos nos veamos sexys. A eso de las cinco empiezan a llegar los clientes y principia el trabajo. Cuando me va bien, atiendo a cinco hombres… pero a veces solo atiendo a dos. Trabajábamos más o menos hasta las dos o las tres de la mañana, y si teníamos dinero en los bolsillos y las ganas en el cuerpo, nos vamos a un lugar del mismo dueño al lado del lugar, llamado la casa de muñecas. También podemos buscar más clientes allí, y si se ve bien, hasta podemos darnos una buena bailada. Como a las tres o cuatro de la mañana, la que no está borracha está muy cansada y a dormir. La vida aquí es bastante buena. Las tres chicas con las que vivo también son paisas y llegaron casi al mismo tiempo que yo y nos hicimos buenas amigas. El ambiente siempre es genial y nos reímos todo el día. Además, los responsables de nuestra seguridad son invaluables para nosotros. Quiero trabajar aquí mientras pueda hacer algunos viajes a mi familia en Medellín, Medellín es el único lugar donde quiero vivir. Aunque afirma que el trabajo le permitió ser económicamente independiente y permitirse ciertos lujos, “aparte de eso, hay veces unos clientes se portan divinamente y lo disfruto sexualmente”. Después de entrevistarnos con Verónica en el mejor Club nocturno de Bucaramanga busco una buena sala de masajistas, Allí conozco a Mafe, una morena alta de rasgos indios, una Pocahontas sexy y exótica, discutiendo con don Pedro en nombre de otra empleada a la que, lucia unas botas negras altas y una bata blanca y debajo de esta un pequeño traje ajustado. Don Pedro parecía más un empleado de banco que el dueño de una casa de masajes. Era de mediana estatura, delgado, de expresivos ojos azules, y las chicas lo trataban con calidez. Antes de Abejitas (así es el nombre de la casa de masajes), trabajé en una empresa financiera cuenta. Llego a la casa de masajes e porque su hermano recibió el sitio como parte del pago del negocio. Su hermano le ofreció que lo administrara: un servicio de masajes y él acepto. “En los anuncios de los periódicos se debe estar en el primer puesto, y lo hacían por el orden alfabético, Yo quería ser el número uno, así que se me ocurrió un nombre que empezara con AB y se me ocurrió Abejitas y funcionó muy bien”, dijo claro que ahora todo es con Google entonces lo que se busca es estar de primero pero para eso se necesita un buen SEO, son otros tiempos.. Cuando se da cuenta de que las chicas ofrecen algo más que masajes, se vuelve moralmente ambivalente e intenta eliminar la parte pornográfica del asunto, la solución, dice, es presentar un buen acuerdo a las empleadas. Por cada masaje valorado en 100.000 pesos, él recibe 40.000, ellas reciben 60.000. Cada empleada tiene una cuota de al menos 35 masajes al mes, que dicen que es sencillo de cumplir, con dos o tres al día. Lo que hacen las chicas después de cada masaje es su problema y el dinero es de ellas. Así que este es el trato justo, ganan buen dinero y todos quedamos tranquilos. Dentro había otras mujeres que estaban a punto de empezar su faena. Cuando las veo, la mayoría usaba faldas más cortas que dejaban sus nalgas expuestas y sus pechos, casi todos manipulados y maximizados, apenas cubiertos por algún sujetador de encaje de colores llamativos. A las nueve de la mañana es hora de presentarse, porque empiezan a llegar los clientes. Las chicas de la recepción se turnan para contestar el teléfono y guiar al cliente, por lo que una de ellas lo seguirá a una de las salas de masajes y le dará una presentación formal, “¿Es esta tu primera vez?”, y luego explicará cómo funciona. Cien mil pesos por masaje y todos los servicios desde entonces negociados y pagados con la chica de tu elección. La guía debe terminar con “¿Quieres que te presente a las chicas?” y toca el timbre, un pequeño dispositivo colocado en la mesa al lado de la recepcionista. Sin prisa, todos entran en el salón y esperan su llamada. Yo me siento y empiezan a desfilar frente a mí una a una. Mafe mientras usa un vestido corto, medias de red negras, un liguero a juego y tacones altos a juego; usa maquillaje muy suave, pero su piel juvenil y sus ojos verdes, enmarcados por pestañas gruesas, necesitan retocarse. En su tiempo libre, las mujeres se sientan en sofás azules, ven telenovelas y se maquillan a lo loco. Cada una tiene una bolsa de maquillaje muy grande, y cuando entran los clientes (unos veinte en un día tranquilo), se limpian la cara, se pintan los labios y se aplican la sombra de ojos una y otra vez. Mafe se pinta las pestañas de plateado y la boca de rojo para parecer años mayor. La elijo, me pregunta el nombre y le digo que Cesar, pero en una industria donde las chicas y los clientes usan nombres inventados, nunca se sabe quién dice la verdad. Yo vestía pantalones de tela gris y una camisa a rayas azules y blancas. Mientras me hablaba, metí la mano en mis partes y me toqué insinuándole que quería sexo. Le fui contando que era médico, y esta era mi primera vez en Abejitas. Mientras hablábamos, Mafe comenzó a contarme las reglas del negocio, nadie hace nada sin que le paguen primero. Mafe rápidamente me dio un precio. “Cien mil después del cierre. Cincuenta más si quieres que te la chupen y 200.000 si es sexo. Mafe es específica. Todo está listo. Le pregunto porque este en este negocio como para romper el hielo y me dice la frase manida, “Por necesidad. Mi esposo me dejo y no sé qué hacer. Ahora estoy criando a mi hijo de seis años, así que un amigo me pidió que viniera aquí. ” Empezamos a hablar y le digo que me gustaría conocer como es el negocio y suelta la lengua fácil, nos olvidamos del sexo. Y le digo que me muestre el lugar. Accede, pero dice que debe hablar con el administrador. Al rato regresa y me dice que sí, pero nada de fotos ni entrevistas, solo preguntas sueltas y ya. Me comenta que no les gustan las depravaciones, pero las acepta. Muchas aseguran que el trabajo acá lo hacen por sus hijos, o para tener dinero para estudiar. La mayoría son de las clases bajas, no solo de Bucaramanga sino de otras partes del país, y si bien hay patrones ocasionales, como casarse con un extranjero que era su cliente o alguien que se graduó de la universidad, las historias son raras. Pero casi todas están ahorrando para comprar una casa y un automóvil porque saben que este negocio es pasajero y hay que salirse lo antes posible. Otras, como Mafe, intentaron irse, pero la paga en otros trabajos bajó drásticamente, por lo que finalmente regresaron, siempre prometiendo irse pronto (Mafe lo intentará por tercera vez en diciembre). Al mismo tiempo, su mayor temor es encontrarse con personas que conocen o ser descubiertas por sus esposos y amigas, porque pocas saben cuál es su verdadero trabajo. “Conocí al hijo de una amiga de mi madre, pero nunca habló”, dijo una de ellas, cuyo esposo no sabía que ella trabajaba para Abejita, aunque tenía sus dudas. ” Muchas de ellos llegan a casa agotadas y su pareja quiere sexo, y como no sabe lo que hacen, les cuesta decir que no. “Soy muy activa sexualmente de lunes a viernes, incluso con mi novio, pero los fines de semana me gusta sentarme en casa a ver una película y comer helado en lugar de tener sexo”, dijo una amiga con conocimiento de su carrera. Las chicas almuerzan en la sala de maquillaje y casi siempre preguntan direcciones de lugares que venden almuerzos ejecutivos. Entré en pánico cuando entraron los policías (con brazaletes para indicar que estaban trabajando como policías turísticos), pero de inmediato vi que las chicas los saludaron calurosamente y cada una se fue por su cuenta. Después de una taza de café salieron. Otros vinieron después. “Hay que hacerlos felices. Darles café y masajes de vez en cuando para que no se metan con nosotras”, dijo una de ellas. La tarde fue tan lenta que nos sentamos en la sala a leer. Casi todas tienen libros de autoayuda, y otra chica se sumerge en uno que le dio un cliente. Una de las chicas que llegó tenía el cabello hasta la cintura teñido de un color extraño entre dorado y plateado. Estas son nuevas extensiones. “Me costaron 2 millones de pesos”, dijo sin pretensiones. Según don Pedro, casi todas ganan al menos 4 millones de pesos al mes, mientras que una mujer juiciosa y trabajadora puede ganar 8 millones de pesos, claro, gracias a que también pueden hacer despedidas de soltero y los servicios de acompañantes. “¿Por qué hay tan pocos clientes hoy?” Les pregunte. “La competencia ha aumentado y seguirá aumentando”, me respondió una chica casualmente.