Voy por el ajetreado y ruidoso centro de Palmira, por un lado, el mototaxista pasa zigzagueando para llegar de primero al semáforo, el taxi se detiene y los vendedores ambulantes hacen más ruido de lo normal anunciando toda clase de cachivaches, frutas y no falta el saltimbanqui haciendo maromas en la esquina, es todo un caos organizado. Me dirijo a una casa de una zona residencial de clase media cerca del centro de Palmira. A primera vista, no hay nada sospechoso en su frente. Esta es una casa de ladrillos rojos de dos pisos rodeada de una reja de tubos negra, como todas las casas del lugar, el antejardín está algo descuidado y se nota que no le han echado una mano de pintura en años a la fachada. Cualquiera puede ver que es un hogar familiar promedio, a pesar de ser un exitoso negocio de chat de video erótico, que en la jerga de la floreciente industria del porno virtual se llama “estudio”. La puerta nos la abrió el director del “estudio”, un abogado graduado en una prestigiosa universidad de Bogotá, de unos 35 años, que había encontrado mejor suerte aquí que en los cursos de formación que impartía para el gobierno. La casa está dividida en una especie de cabinas donde los trabajadores se comunican con los internautas con el único fin de cumplir sus deseadas fantasías sexuales. Entré a una habitación muy pequeña con mesas llenas de ropa interior femenina, vibradores, cremas y otras cosas que usaban. Hay un sofá y una computadora. Otras de estas habitaciones tienen cojines en lugar de sofás. También hay cortinas que caen entre el rojo y el rosa. Son espacios muy reducidos, lo suficientemente grandes para un escritorio con computadora y apenas se pueden mover frente a la cámara. Me presentaron a una chica que trabaja en este estudio. Es conocida por el seudónimo de “Sexy” en www.lasdivasonline.com y www.juanax.com, dos de los sitios de video chat más visitados de Colombia. Dijo que tiene 18 años y utiliza los ingresos de su trabajo —gana hasta 5 millones de pesos al mes— para pagar su carrera de comunicación social. En un país con tasas de desempleo tan altas como Colombia que es de más de dos dígitos, a las mujeres trabajadoras les resulta difícil encontrar trabajos más lucrativos. Tiene una cara bonita, llamativa, es bajita y habla con acento paisa, como la mayoría de las colombianas que están en este negocio (un acento que dicen les encanta a los clientes). Hoy, en el estudio hay 18 mujeres y 10 hombres trabajando de tiempo completo (que también tienen su propio mercado). Ella vino a este mundo de trabajo en línea recomendada como siempre a través de una amiga como ella. Tiene el mismo horario que cualquier oficinista: ocho horas. Satisfacer todos los deseos sexuales que un cliente pueda imaginar durante ocho horas es toda una proeza. ¿Qué pasa si tienen que hacer saltos mortales para acceder a su solicitud? Una de las fantasías más solicitadas de los clientes, que personalmente encuentro muy a disgusto, pero que es muy recurrente es defecar o orinar frente a la cámara. Disculpen mi ignorancia en estos asuntos, pero nunca imaginé que en este mundo de placer virtual habría tanta gente que celebraría dos características del cuerpo humano que son tan intimas y a la vez tan lascivas. Las obsesiones sexuales de los internautas son infinitas. En el segundo lugar de esta lista de las fantasías sexuales más solicitadas, son comunes los requerimientos fetichistas, desde los atuendos obligatorios – “Mamita la quiero vestida de enfermera, colegiala, azafata”- hasta los tacones altos, a muchas chicas piden ponérselos en la vagina – hasta sugerentes pantimedias transparentes, ligas, botas, látigos, dildos de plástico que se meten en la boca para excitar a los hombres. Sus clientes se masturban apasionadamente estén donde estén. Muy cerca de las peticiones de fetiches está parte del ABC de esta empresa, que pude comprobar: el sexo anal, que es muy demandado entre los clientes, algunos son sadomasoquistas, las frases más frecuentes son “Oye perra, quiero comerte el coño”, “Estás sucia, quiero lamerte el culo, enséñamelo perra”. Este tipo de cliente necesita lo que en la industria se llama un refuerzo académico, y este se lo enseñan a las chicas que empiezan a trabajar en el mundo de la pornografía virtual: es decir, algunas enseñan un nuevo vocabulario que sin duda pueden enriquecer sus conocimientos no solo con modismos españoles, también incluye el aprendizaje de nuevas palabras en idiomas extranjeros como el inglés. Aprenderán algo muy importante para el desarrollo de su personalidad que les será muy útil para hacer una buena carrera en este campo. Por ejemplo, si el pene se llama “la verga” en la costa de Colombia, se llama “la polla” en España y “dick” en inglés. Aprenderán que “coger” es “tirar” en Argentina, “tirar” es “follar” en España, y que “follar” en inglés es “fuck” o algo así. Es decir, no solo se vuelven más conocedoras, sino que también se vuelven más multilingües. Pero, por supuesto, cuando profundizas y miras más de cerca, te das cuenta de que no todo lo que ves en este mundo en línea es real, no todo lo que las chicas muestran en las pantallas de las computadoras, o al menos no es real, lo quecreen los clientes. Comience con el orgasmo. Lo que ves en la pantalla es una cosa, lo que sucede en la cabina es otra. En realidad, la mayoría de estos orgasmos son falsos, incluso si se ven muy convincentes ante la cámara. “Se aprende con la experiencia”, me admitió la chica sexi y la llamaría Helen, aunque no tenga nombre. Helen me dijo que rara vez se divierte en el trabajo, y cuando lo hace, es porque al cliente le encanta y le apasiona. “Pero eso muy pocas veces sucede”. Tampoco le gustan las palabrotas, aunque ha aprendido a manejar clientes masoquistas con la capacidad de impresionarse a sí misma. Cada vez que la insultan, ella se burla de ellos con otro insulto mientras le pone el culo detrás de la cámara. Le dije que no lo encontraba emocionante, y Helen me dijo que era solo un juego que había aprendido a disfrutar. No hay mala voluntad entre los clientes, concluyó salomónicamente. Helen aprende a fingir orgasmos para saber cómo hacerlos cada vez más creíbles, como Meg Ryan, protagonista de Cuando Sally conoció a Harry, con éxito en un café de Nueva York. Aplica un líquido blanco en su vagina con una jeringa, que esta oculta a la vista de los clientes, para que los internautas puedan creer que lo que hace es auténtico. Se lubrica con aceite especial y ya sabe cuáles son sus límites. Por ejemplo, ella no usa tacones altos ni se mete botellas de Coca-Cola en la vagina, mientras que sus otras colegas pueden ser más aventureros en este sentido. No es fan de los perros “mineteros”, y no es de esas que comparten shows con lesbianas, que está de moda ahora. “He aprendido que es más fácil para mí dejar que los clientes pasen la mayor parte de su tiempo en línea sin pedir más. Así no tengo que trabajar tanto y terminan contentos y quieren volver a llamarme. Muchas veces esto termina con el cliente mostrándola y se cambia la actitud. Algunos clientes se disfrazan para ella y se masturban para ella. Debo decir que a Helen le gusta. Es difícil verla en acción, primero la ropa, luego están los cosméticos, consoladores, productos sexuales, cremas para orgasmos falsos y por último la cámara. Tienes que hacer que se vea bien y que logre capturar sus mejores ángulos. La mueve de aquí para allá y de allá para aquí. Sus uñas son largas y blancas. Su primer cliente llega cuando entra otra llamada y le pide que se desnude y acaricie sus pechos apasionadamente. Acto seguido entró otro cliente al chat y le pidió que lo siguiera haciendo nada más… y ella accedió; y sin perder la sonrisa, le escribió la palabra “cabron” al chico que la llamó Masajistas eroticas, y con la otra mano volvió a poner la cámara en el punto óptimo para mostrarle el culo a la persona que llama que es una Masajistas eroticas. Con tanto trabajo, no es de extrañar que no tenga tiempo para excitarse o disfrutar de los orgasmos que se merece. El perfil del cliente es más o menos el siguiente: la mayoría son hombres extranjeros, especialmente norteamericanos y latinoamericanos con buen cupo en tarjetas de crédito. El valor por minuto varía según la transmisión, desde 1.200 a 2.000 pesos para clientes colombianos; de dos dólares a seis dólares para los norteamericanos; y de uno a cinco euros para los europeos. Cómo funciona el negocio: los clientes pagan por la cantidad de minutos que desean con la tarjeta de crédito. Después de completar este procedimiento, pueden acceder al chat en vivo con la chica de su elección. La mayoría de los hombres están casados y tienen un buen nivel de vida, especialmente los colombianos. Quién iba a pensar que, por un lado, Internet ha contribuido a la democratización de la información y, por otro lado, ha convertido la virtualidad en un producto de consumo de lujo. ¡Qué contradicción! Por el aumento de los contactos a la hora del almuerzo, está claro que muchos de los que se comunican lo hacen desde sus oficinas. De hecho, la mayoría de las personas que llaman son adictas al sexo virtual y pueden gastar millones de minutos al mes en chats en vivo con chicas como Helen. Lo cierto es que así se da cuenta de que tiene algunos amigos que le hablan más que sus novias o su mujer. Sin embargo, solo hay casos raros en los que quieren conocer a su musa en la vida real. Desde el principio, a las chicas no se les permite revelar ninguna información sobre su verdadera identidad o dirección. Para ello, las empresas ofrecen un servicio de seguimiento que permite ver lo que hacen las chicas en línea. En este mundo virtual, nadie está a salvo de la vigilancia. Sin embargo, esto no impidió que floreciera el verdadero amor, y algunas chicas han conseguido pareja, pero no es lo normal en este mundo virtual. Cuando Helen termina con su día, es fácil para ella volver al mundo real. Nadie cercano de su familia imagina que gana dinero complaciendo a las personas depravadas conocidas como redes de sexo virtual. El que menos sospecha es su pareja, pero cuenta Helen que es el más beneficiado con lo que aprende en su trabajo con una sonrisa pícara. Me despido de Helen. Me voy con una imagen de una mujer que está muy contenta con su trabajo. Al parecer, el videochat erótico genera empleos para mujeres como ella y es un negocio en auge en Colombia que se exporta con gran éxito. Qué vaina de verdad.