La ciudad de Villavicencio ha sido un escenario que ha visto llegar muchas mujeres que anhelan encontrar allí un medio de supervivencia económica que las libre de la miseria que experimentan en su país. Los prostíbulos son establecimientos que son como imanes para aquellas mujeres que llegan a la ciudad en búsqueda de oportunidades, y son los escenarios en las que un sin número de mujeres ingresan en el ejercicio de la prostitución. Para conocer mas del asunto y saber de primera mano me decido y me voy directamente al barrio San Benito, que quedó instituido que en una manzana completa de la comuna funcionaría negocios nocturnos dedicados a las actividades concernientes con la aprovechamiento y comercio de sexo. Llegue a un burdel, o chongo, como le dicen, en San Benito; Había tres chicas hablando afuera y me vieron venir y me preguntaron. – ¿que necesitas? – Quiero una buena hembra esta noche, ojalá venezolana, le dije. – Aquí venezolanas es lo que hay, casi todas son de allá, yo soy colombiana, pero también te puedo servir pa las que sea, papito, tratando de imitar un acento paisa que no le salía muy bien. – Entramos al lugar y aún era temprano, el olor a perfume barato, humo y elementos de aseo, se revolvía de una manera específica generándome incomodidad; había algunas chicas arreglándose las uñas y me miraban como con recelo, con desconfianza, Mientras tanto, me siento en una mesa y la chica colombiana se queda conmigo, me pregunta que va tomar, traiga una cerveza le digo. Marisol, entre la berraquera y la depresión Marisol Fuentes, madre de dos hijos, decidió volver al trabajo sexual a los 35 años, siete años después de dejar el ultimo prostíbulo en Bogotá, aunque se había prometido que no volvería a trabajar en esto. Cuando me entregó la cerveza, Marisol dijo que empezó a los 19 cuando leyó en el periódico que necesitaban acompañantes femeninas para eventos. Ya había trabajado en otras cosas, pero le había ido como “los perros en misa”, por lo que decidió participar en el llamado del periódico. Allí, se dio cuenta que, “todas las chicas estaban arregladas y olían bien. Al principio me asusté, pero cuando me dijeron lo que iba a ganar, lo hice”, recuerda la atractiva Marisol. Marisol es una mujer alta con cabello negro y con demasiado maquillaje tratando de ocultar todo lo que la vida le ha deparado. A primera vista, Marisol es una mujer fuerte que sabe protegerse y no deja que nadie se sobrepase. Sin embargo, esto no impidió que ella fuera abusada. Un día se fue de amanecida con un tipo muy amable, así que bajó la guardia y accedió a ir a algún lugar fuera de la residencia. Habían quedado en hacer de todo menos sexo anal, pero cuando llegaron al hotel él quiso prescindir del preservativo, cosa que ella nunca aceptó. Tuvieron una pelea. – No, así no podemos. – ¿Por qué, si yo estoy limpio, tú no estás limpia? -Sí, pero no quiero tener sexo sin condón. – ¿Sabes que tue eres una puta? Es entonces cuando la agarra, la pone a cuatro patas y trata de violarla; cuando ella logra quitárselo de encima, él se vuelve y lo cacheteo dos veces: “No joda que cachetadotas, le di tan duro que me dolían las manos”. Pero ella siguió peleando y él la golpeó. Cuando casi ya se estaba rindiendo, ella logro apartarlo con las piernas y corrió a un lado con todas sus fuerzas. Empezó a correr hacia el estacionamiento, solo para encontrar que la puerta estaba cerrada con llave desde afuera. Ella comenzó a gritar hasta que él la agarró del cabello, la tiró al suelo y comenzó a golpearla con fuerza en la cara y el pecho. Afortunadamente, los del servicio abrieron la puerta y llamaron al guardia de seguridad para pedir ayuda: “Cuando escuchó al guardia, reaccionó y me dejó ir”, recordó Marisol, fue uno de los momentos más difíciles de su vida. Le digo a Marisol que quiero una venezolana y llama a Paola, ella, una madre de dos hijos de 21 años que antes vivía en Venezuela, pero ahora vive en Villavicencio, se sentó conmigo y le pido una cerveza Emigrar para sobrevivir Paola llegó a Villavicencio directamente desde San Fernando de Apure. Sabía que tenía que dedicarse al trabajo sexual, y lo supo en el momento en que tomó la decisión. Nunca había salido de su ciudad; a los 19 años ya estaba casada y con un hijo, el cual ahora tiene cinco años. Su esposo estaba en prisión pagando por un crimen del que ella no quería hablar, y las necesidades de sus hijos y familia dictaron su decisión. Tomó un autobús al estado de Apure, pero en lugar de pasar el Puente Internacional José Antonio Páez, tomó un bote con otras dos mujeres. Entrar a Colombia desde Venezuela por el río Arauca suele ser más fácil que por Norte Santander, ya que esta es una región olvidada y no enfocada por las autoridades. Él viaja por Arauca es un paso de migrantes venezolanos que cruzan la frontera día y noche en canoas, muchas veces cargadas de contrabando. 26 es el número de personas que pueden viajar en lancha de una frontera a otra por unos $2.000 pesos colombianos sin una tarjeta migratoria que les permita ingresar legalmente a Colombia. Aunque cada lugar tiene sus peligros, la ruta de Arauca es la “ruta” menos peligrosa para los venezolanos que deciden salir de su país, ya que el precio que se paga es mayor en las rutas de San Antonio de Táchira y Cúcuta. Pero las mujeres en particular son abusadas sexualmente, maltratadas e incluso desaparecen. En Villavicencio se instaló en un chongo, “La primera vez fue aterrador porque nunca había estado con tantos hombres”, admite tranquilamente Paola, aparentemente avergonzada de su profesión. Pero sabiendo que la prostitución le permitiría mantener al niño que esperaba llevar con ella, dice que trabaja duro para cubrir el costo de lo que significa para ella quedarse en un hotel, donde le cobran por una noche $25,000 a diferencia de una casa donde tienen que pagar $10,000 diarios, pero con muchas restricciones. Es muy buena para peinar y trenzar el cabello, por lo que sus compañeras le piden que las “dejen bien mamis” para trabajar toda la noche. No tiene salud, ni pensión, sin mencionar el riesgo de su carrera, ya que vive con el temor diario de ser deportada, sin mencionar que su esposo fue asesinado hace meses después de salir de prisión. Cuando Marisol se da cuenta que no quiero sexo sino charlar, se va y se acerca Carolina, que es una mujer joven, alta y con hermosas curvas, lo que dice que es un plus para atraer clientes. Pero también es lo que le permite tener el privilegio de coger varios tipos en una noche porque mueve el culo tan bueno que los hace venir rapidito. A diferencia de Marisol, Carolina no cruzó la frontera ilegalmente; llegó a Cúcuta procedente de Caracas con su tarjeta de inmigración y su hijo de un año y medio. Tenía $30.000 pesos colombianos para vivir mientras encontraban trabajo para ella, su hijo menor, los otros dos hijos que dejó al cuidado de su madre y su núcleo familiar, una familia compuesta por unas 10 personas. El padre de sus hijos se había ido a Brasil en busca de trabajo, aparentemente para ayudar a la familia, pero nunca más supo de él. Cada vez se le hacía más difícil comer en Venezuela, después de mucho pensarlo decidió venir a Colombia a buscar trabajo. Solo estuvo dos días en Cúcuta y no encontraba trabajo, aceptó la oferta de un hombre para trabajar en Bucaramanga, pero le dijeron que no podía vivir en una casa con su hijo y le pusieron muchas trabas. Consiguió trabajo en un restaurante de comida rápida, llevaba apenas dos meses en Bucaramanga, pero la vida era muy costosa, decidió irse a Bogotá por un tiempo, pero allí cada vez le costaba más cuidar a su hijo. Por eso, después de unos dos meses, llegó finalmente a Villavicencio. La capital del Meta tampoco parecía una opción para una madre con un hijo de año y medio; ella y el menor no tenían alojamiento, por lo que se dirigió a la zona Cristalina de Puerto Gaitán donde podría vivir con su hijo. Pudo ahorrar una plata y decidido volver a Villavicencio porque ahora puede pagar el “lujo” de una habitación de hotel. Durante el día, además de dormir, comparte con su hijo, pero el trabajo empieza a las 5 y tiene que dejarlo solo. Le dejó un celular, le enseñó a contestar y lo llama hasta que ella se da cuenta que se queda dormido. Actualmente viven en una casa que cuesta 450.000 pesos al mes relativamente cerca de San Benito. Sueña con un negocio y la oportunidad de trabajar en otros campos, las mismas cosas que había intentado, pero no ganaba lo suficiente. Ella tiene que enviar $200,000 pesos a la semana a su familia en Venezuela porque tienen muchas necesidades. Confirma que en su país de origen compra alimentos en dólares por la devaluación del bolívar. Por eso prefiere ser trabajadora sexual, y aunque no le gusta que la toquen, no permite que la besen en la boca porque sus besos son para cuando encuentre el amor de su vida. Prefiere los “ratos” porque son en la residencia, y evita las amanecidas, porque quieren besarla y Chuparle mucho las tetas, cosa que detesta. Además, teme que abusen de ella o incluso que la desaparezcan: “Yo le tengo más miedo a los colombianos”, dice Carolina, porque ha conocido a hombres muy violentos y/o personas que no respetan sus decisiones. Alrededor de las 7 de la noche el administrador a cargo, un chico trans, vino y se sentó junto a nosotros saludo muy amablemente le acarició la pierna a Caroline, preguntándole por qué no se reportaba, además que no se había arreglado lo suficiente para trabajar esa noche. El administrador continuo y nos dijo: “Nosotros los chicos trans, nos cuidamos mejor que la mujer promedio”, refiriéndose al uso de condones, además de tratar siempre de lucir bien y oler bien. Siempre exijo que todas mis parejas usen siempre condones porque muchas mujeres contraen enfermedades de transmisión sexual en nombre del amor, pero quienes hacen de las relaciones una transacción financiera no pueden permitirse ese lujo”. La conversación termina, la recepcionista comienza a pedir más tragos, y luego Carolina sonríe y toma el último sorbo de cerveza para despedirse. Debe estar lista para ir a trabajar. Me voy, las chicas necesitaban con quien charlar alguien que las escuchara asi no hubiera tenido sexo con ellas, creo que fue una experiencia muy buena.